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lunes, 6 de febrero de 2023

Perder la razón


Perder la razón, una y otra vez. Arremetiendo contra las olas, mi cuerpo atemperado, no aguanta los envites, y una y otra vez, y poco a poco, las rodillas van cediendo, hasta que al final hincan en la arena, hastiadas de la sangre que ya no cumple su función.

Perder la razón de esta manera me acerca un poco más a la locura, pero a la de verdad. La locura que te hace ser distinto a cualquier otro, la que te marca como un apestado, y que te sitúa fuera de lo humano. Ahora eres un animal que no supo usar su bien más preciado, su razón. Ahora soy instinto en mayúsculas. 

Perder la razón, notar que el viento me inclina hacia donde él quiere, y que por mucho que luche, la batalla está perdida. Perderla hasta darme cuenta que en ese perder algo se puede encontrar, algo ignoto hasta ahora, pero algo más valioso que cualquier pensamiento superior que mi razón me proporcionara. 

Perder la razón debería ser obligatorio cuando se quiere a alguien, cuando se escucha lo que estoy escuchando ahora (47 years), cuando se leen cosas maravillosas de personas maravillosas, cuando se hace música con pasión, cuando se hace filosofía con pasión, cuando se lee a Shakespeare con pasión y cuando gritamos a los cuatro vientos que lo que poseemos no nos define, sino lo que somos. 

Perder la razón es encontrar ese ser maravilloso que anda por ahí, desvalido, pero capaz de todo. Abrumado, pero que no se achanta ante nada. Moribundo, porque no sabe que la vida lo es todo. Y sin vida, nada somos. 

Que en el fin de mis días, Dios me dé la virtud de la pasión por encima de la de la razón. Quiero morir apasionado y desbordado por la música, por el arte, por la proyección de lo humano en lo irracional, por lo que nos quedará, por ese amor, irreductible, inconmensurable… Once I wanted to be the greatest…




domingo, 1 de enero de 2023

Perderlo todo…

El miedo a perderlo todo, me persigue, me inhabilita de tal forma que mi voluntad es un 0 a a izquierda. A pesar de ese miedo, sigo avanzando, debo hacerlo. La vida no acaba aquí, es más, una nueva vida se asoma. 

Mis decisiones no pueden ser siempre las acertadas, me haría menos humano. Solo me queda aprender y aprender y, por encima de todo, ser prudente en lo que viene y debe venir. Y hay días en los que las cosas que me hacen ser yo se difuminan. Las emociones pueden conmigo. Aunque también sé que suelo salir reforzado de estos momentos, tengo y debo intentar que no me afecten en demasía. Tomar decisiones en caliente no es nunca la mejor opción. Ir al psicólogo me ayuda, le cuento cosas que no le cuento a nadie más. Debí haber ido mucho antes.

La música me acompaña, nunca falla. Mi piano se ha convertido en compañero indisoluble de viaje. Disfruto tocando, dejándome llevar. Estoy descubriendo mucha música gracias a mis clases y a mi ansia de conocer. Y por fin no me importa compartir… por fin…

Mi trabajo ha sido mi tabla de salvación estos meses. Me he encontrado con unas personas extremadamente sensibles que me han visto hundido y me han echado un par de salvavidas, o quizás más. Es una cosa que nunca podré olvidar.

Mis amigos vienen y van. Lo he tomado como algo inevitable. Debo moverme yo para estar bien, debo ser yo para estar bien. Seguramente ha habido alguien que nunca ha dejado ni deja de estar. Gracias infinitas…

Afrontar el futuro es algo costoso para mi, yo, hombre sin voluntad, incapaz de mirar fijamente, siempre de soslayo, siempre con pulsaciones de más. Egoísta en el mal sentido. ¿Qué es lo correcto? Soy muchas veces un charlatán que juega un rol. Eso no lo quiero, no más.